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El palacio de la monarquía en Riad, Arabia Saudita, sirvió como escenario, el día de ayer, de un encuentro de enorme trascendencia. Delegaciones de Rusia y los Estados Unidos se reunieron tras varios años de alejamiento, con el propósito de concertar acuerdos sobre temas de suma importancia para los dos países, además de otros no menos relevantes en materia internacional, como la situación de Oriente Medio y la guerra en Ucrania.
Apenas está por cumplirse un mes del mandato presidencial de Donald Trump en los Estados Unidos, período muy breve durante el cual la comunidad internacional ha presenciado una serie de revolcones cargados de incógnitas, por cuenta no solo del estilo con que el primer mandatario norteamericano asume sus relaciones internacionales, sino también por lo que sus medidas han significado al interior de su país y su entorno más cercano.
Lo de la reunión en Riad desborda cualquier previsión, por cuanto evidencia una visión completamente distinta a la del gobierno presidido por Joe Biden. Estábamos acostumbrados al desprecio absoluto con que este último y sus funcionarios se referían tanto a Rusia como a su presidente Vladimir Putin, al que se le acusaba no sólo de dictador, sino de asesino y hasta de hijo de puta. Pese al escepticismo, Trump dio vuelta a la hoja.
Y ha dejado claro, tanto para sus antecesores como para el resto del mundo, que su voluntad es restablecer y normalizar las relaciones con la Federación Rusa y su gobierno, procediendo del modo más diplomático y respetuoso posible. Iniciando conversaciones mediante una llamada telefónica con Putin, informada luego al público, acordando con él varias reuniones de sus delegaciones, y anunciando incluso próximos encuentros personales.
Salta a la vista que Trump no es solo el patán que ha mostrado ser con América Latina, Canadá y la Unión Europea. Sabe ser cuidadoso y refinado cuando le conviene, es decir cuando el adversario que tiene enfrente le parece digno de consideración. Especula la prensa internacional acerca de su propósito de reunirse también con Xi Jinping, el presidente de la República Popular China, otro grande con el que tendrá que emplear gran talento.
Desde temprano se aprecian las diferencias. A nuestro presidente, Petro, le amagó con enviar nuestro país al último círculo del infierno, si persistía en su intención de no recibir a los deportados. Y casi lo decretó. Fue tan grande el susto que hasta Uribe intervino para retrotraer las cosas. Hubo reuniones diplomáticas de urgencia para solucionar el asunto. Ya no vendrían encadenados, sólo que Colombia será quien suministre los aviones para traerlos.
Hasta se habló de grandes buques, donde cupieran de una vez miles de deportados. Una victoria pírrica a nombre del decoro. La verdad, no sólo terminamos regañados, sino que encima tuvimos que asumir los costos económicos de las deportaciones masivas. No podemos quejarnos mucho, a Justin Trudeau, el mandamás canadiense, Trump no sólo le reiteró que los Estados Unidos se van a quedar con su país, sino que además le clavó los aranceles del 25 por ciento.
Comentaristas internacionales advierten que para Trump Europa constituye un poder decadente, sin otra opción que acatar la voluntad norteamericana. De hecho, ya habló de aranceles, y además que los discriminará entre uno y otro país europeo, dejando claro que no piensa tratar para nada con la Unión. Lo había dicho de antemano, si quieren seguridad, páguensela ustedes mismos, los Estados Unidos se van a quitar esa onerosa carga de los hombros.
Lo cual augura un triste fututo para la OTAN. Ya lo expresó Trump, no cree que Rusia tenga intención de agredir militarmente a algún país europeo, algo que Vladimir Putin repite en sus frecuentes intervenciones públicas. Trump ha sido demasiado enfático en que la guerra en Ucrania no ha debido producirse nunca, y, manifestando a su vez, que comprende la posición rusa con relación al avance incesante de la OTAN hacia el este.
Hay quienes apuestan a que Trump intentará por todos los medios aproximar a Rusia, con el propósito de romper su alianza con China
Así que ya se atisba el sentido del acuerdo de paz sobre Ucrania, aunque tarde varios meses para sucederse. Hay quienes apuestan a que Trump intentará por todos los medios aproximar a Rusia, con el propósito de romper su alianza con China, país que a su juicio constituye su verdadero rival. Es lógico que, en ese juego por lo alto entre los más grandes, Rusia buscará ganar cuanto pueda a su favor. Pero es evidente que su apuesta por los BRICS no cambiará.
Será largo y complicado el entramado que comienza a tejerse a escala mundial. Expertos en geopolítica hablan de multilateralismo, el reconocimiento de tres grandes poderes internacionales que se encargarán de impedir la hegemonía de uno solo de ellos, y entre los cuales se producirán fuertes pulsos y difíciles roces. Esto apenas comienza, pero vislumbra la consolidación de un nuevo orden mundial, en el que habrá que saber moverse con verdadera astucia.
Del musmo autor: Lecciones sobre la arrogancia de Donald Trump
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