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Alejándome un poco de esta actualidad que se renueva cada segundo en Colombia, y sin tener en cuenta el perverso plan de golpe de Estado contra Gustavo Petro, que avanza en Colombia con el aval de instituciones del Estado, sin abordar el evento máximo del gobierno en este cuatrienio, la COP 16 que se realizará en la Sultana del Valle, ni la Toma de El Plateado por las fuerzas del Estado, quise quedarme un poco más en los eventos del mes de septiembre, porque, Gustavo Petro, ha ofrecido, tal vez, algunos de los discursos más sublimes de su carrera política. Habría que escribir un libro con análisis de sus discursos para reconocer su egregio valor. Sería una tarea monumental para quien se atreva a tomar como suyo ese magno proyecto de corte filosófico y político.
En la semana del 23 al 27 de septiembre, el Primer Mandatario de la Nación, tuvo una agenda internacional muy importante en los Estados Unidos. He querido concentrarme en un breve fragmento del discurso que presentó ante los colombianos en la ciudad de Chicago, Ill., en el contexto de la conferencia “Salvemos el Planeta” dos días antes de hablar ante la Asamblea de la ONU, discurso, por cierto, de una riqueza filosófica que valdría la pena analizar a futuro. El fragmento que deseo presentar es el siguiente:
“La humanidad por definición necesita del otro y de la otra. Nosotros no estaríamos aquí si el ser humano no se ayudara. Ayuda significa comunión. El neoliberalismo ha enseñado sobre todo en estas sociedades que nos irradian que la libertad es la soledad absoluta y que el ser humano es un ser en competencia, como una carrera fabricada de caballos, donde hay exitosos y todos los demás son perdedores y resulta que eso es contranatura; el ser humano no es más que una manada pensante y sus cerebros colectivos interactúan ayudándose mutuamente y esa colectividad es lo que ha permitido que un millón de años, donde otras especies, incluso, eran más poderosas que nosotros, nos haya podido hacer sobrevivir sobre el Planeta.”
Podemos observar en este fragmento varios aspectos que seducen al hermeneuta y al fenomenólogo. Una de las ideas primeras abordadas allí, por el Presidente, es el de la humanidad y la necesidad del otro, o sea, el ser-en-comunión. El presidente sugiere una comprensión del ser humano donde es necesaria la vinculación con los demás para poder sobrevivir y desarrollarse. Si lo vemos desde un término fenomenológico, podríamos explorar la idea desde la noción de intersubjetividad, pues, dicha categoría se refiere a la forma en cómo los individuos se constituyen mutuamente como sujetos en la experiencia compartida. En este contexto, el Señor Presidente de la República lo que quiere explicarnos es que el ser humano no es un ente aislado, y más bien su existencia y desarrollo depende de la relación con los otros. Realmente se construye una red de vínculos que avizoran una comunidad interdependiente, que se alimenta a partir de esa “redificación”, brazos que, en condiciones positivas alimentan a los otros y sostienen el cuerpo mismo con la función vital de esas redes.
En otras palabras, esas relaciones intersubjetivas, implica que las identidades individuales se forman a través de la interacción con otros, en este sentido es dable saber que, si bien cada persona se define por su conciencia, esta, es percibida y reconocida por los demás. Vemos como no solo Husserl se manifiesta en esta interpretación del discurso, sino, que, también Emanuel Levinas aporta desde esa necesidad humana del “otro” (Otredad), no es casualidad, el mismo Presidente ha citado en varias oportunidades a este ilustre pupilo de Heidegger.
El presidente menciona el sentido de comunión para hacer entender a la audiencia de que la experiencia del mundo al no ser sólo algo individual, está mediatizada por las relaciones con otros sujetos conscientes. Es ello una experiencia compartida. Vargas Guillén (2002) nos amplia el panorama así: “Poder actuar efectuando un horizonte dentro del cual el yo y los otros sujetos comunitarios constituye un nosotros poder realizar unos cometidos que pueden presentar la singularidad del individuo y la comunidad subjetiva -en el seno de la intersubjetividad- implica la toma de conciencia de que las finalidades sólo se pueden llevar a cabo en la vida cuando se comprende que cada proyecto lleva consigo la exigencia de realización comunitaria” (P. 134).
Petro, hace también una crítica a la ideología neoliberal, cuando enuncia que, esta, “ha enseñado que la libertad es la soledad absoluta”, una visión del individuo como ente autónomo y aislado, desconectado de los otros, o sea, contrariando ese ser-en-comunión. En términos fenomenológicos, el neoliberalismo rompe con la ya expuesta intersubjetividad, lo cual es, una distorsión de la experiencia vivida, una distorsión del mundo de la vida (Lebenswelt).
No es posible para el ser humano la libertad concebida como una soledad absoluta, más bien debe entenderse como esa capacidad de interacción con los otros en un espacio compartido, no como una relación de competencia, descrita por el presidente como “una carrera fabricada de caballos” que podría entenderse como una alienación de la experiencia intersubjetiva, pues, en un sistema donde los seres humanos compiten entre ellos, ese, al que se debe derrotar a costa de todo, ya no es visto como un igual con quien se comparte la experiencia del mundo, sino como un objeto al que se debe superar, derrotar, traspasar, generando una deshumanización de la relación intersubjetiva. Podemos observar aquí, a ese neoliberalismo como fuerza que aísla a los individuos y los convierte en competidores solitarios en relación con Arendt trayendo a la memoria la atomización de la vida pública en las sociedades modernas, atomización aupada ideológicamente, donde el individualismo y el desencadenamiento de las competencias ha perdido sus límites (Leffort, 1991)
Esa era neoliberal que se consolidó con la llegada al poder de Reagan (USA) y Thatcher (R.U.) en los inicios de la década del 80 del pasado siglo tuvo no solo que aupar invasiones y fomentar guerras, sino, que, se introyectó en la conciencia de las multitudes, y es desde esa era imperial posmoderna que se pretendió: “atrapar todo el territorio misterioso de la subjetividad; es decir, administrar biopolíticamente el mundo actual, el mundo mismo de la vida” (Guevara, 2014, p. 50) ¿y cómo se atrapa esa subjetividad?, invadiendo “los sueños de la gente a través de la propaganda” (Guevara, 2014, p. 50), además de “fisgonear en sus deseos mediante la coquetería comercial; circunscribir la imaginación al territorio de sus propios espectáculos; interceptar en la publicidad las formas de creación estética para asimilarlas y fortalecer su voracidad, su anhelo de totalidad” (Guevara, 2014, p. 50). Extender su cosmovisión a los cuatro puntos cardinales de la Tierra fue su tarea más o menos exitosa. El imperialismo moderno y su filosofía neoliberal no ocultaron: “sus deseos de dominar la subjetividad de los pueblos sometidos” (Guevara, 2014, p.50).
Petro le recuerda al honorable público que, el ser humano es una “manada pensante” y resalta de la naturaleza intrínsecamente social y colaborativa del ser humano; la esencia humana se deposita en la colectividad, y desde la perspectiva husserliana, esta colectividad de mentes implica un horizonte de significados entrelazada con vivencias y conocimientos de los otros con quien se comparte el mundo. Intersubjetividad y mundo compartido emergen aquí. Con lo anterior, subraya el Presidente, la importancia de la colectividad como fundamento de la supervivencia de la especie humana, en este momento, en el límite del punto de no-retorno.
Cuando Petro se refiere que a lo largo de un millón de años, “el cerebro colectivo” de la humanidad ha permitido que sobreviva a pesar de la superioridad física de otras especies, se puede comprender desde la categoría sentido del mundo construido a través de las experiencias compartidas y las interacciones de los individuos; frente a especies “más poderosas”, nosotros, los seres humanos hemos trascendido gracias a nuestra capacidad de crear una comunidad de sentido y acción, por lo que se revela una noción de temporalidad en la que un millón de años se convierte en el horizonte donde la intersubjetividad ha tenido lugar, permitiendo nuestra permanencia en el planeta.
Siguiend la ruta, al “cerebro colectivo” se puede interpretar como la suma de las experiencias, conocimientos y significados que se generan en la comunidad humana. Esta construcción colectiva permite a la humanidad desarrollar estrategias y conocimientos que han facilitado su supervivencia. Es así, como los “cerebros colectivos” evocan una red de conciencias que se terminan encontrando y que, actúan en el mundo de manera colaborativa. La conciencia se dirige a los objetos del mundo, pero también a los sujetos, constituyéndose una comunidad.
La ayuda mutua de la colectividad logra permitir la constitución de un mundo común donde el sentido se comparte y recrea de manera continua. Aquí ya no nos quedamos en una mera supervivencia individual, aislada, con una visión ideológica solipsista, pues, en la última parte del fragmento del Presidente, lo que sugiere es que nuestra forma de ser en el mundo se base en una relación constitutiva con los otros. Destruir esa red solipsista equivale a expandirse hacia otros y crear nuevas redes colaborativas que ayuden a salvar al ser humano de su tragedia. Solo colectivamente la manada podrá sobrevivir, lo contrario equivale a la terrible extinción.
REFERENCIAS
Guevara, C. (2014). Lo poético y la vida. San Pablo.
Leffort, C (1991). Hannah Arendt y lo político, en Ensayos sobre lo político, Universidad de Guadalajara.
Vargas, G. (2002). Pensar sobre nosotros mismos. San Pablo.
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