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La envidia es el más inútil y dañino de los vicios: envilece al que la padece, sin afectar en nada al que la despierta. Hay sin embargo una envidia sana que es aquella en que a uno le gustaría emular al otro. Hay tres países que producen gran envidia, envidia de la buena:
Perú aparentemente es un país sumido en el caos. Y si bien ha tenido una que otra convulsión en el campo político, ha seguido durante décadas, políticas económicas y sociales estables y coherentes. Hoy Perú se enorgullece de tener en marcha ocho principales proyectos de enorme envergadura que muy pronto verán luz, modernizarán al país y generarán centenares de miles de empleos. Estos ocho proyectos son: Terminal Portuario Multipropósito de Chancay; Muelle Sur; el proyecto de irrigación Majes Siguas II; la Línea 2 del Metro de Lima; y el Aeropuerto Internacional Jorge Chávez. Estos ocho proyectos, impulsados por el Estado en estrecha colaboración con el sector privado, prometen, aparte de la generación de enorme riqueza y de empleos productivos y de calidad, transformar radicalmente la infraestructura peruana.
En Colombia, aparte de medio terminar una serie de proyectos de generación 5G que llevan varios años atrasados, el único megaproyecto de gran magnitud que tenemos es el Metro de Bogotá, que pese a todas las talanqueras que le ha puesto el gobierno central, sigue adelante.
Los otros dos países que producen gran envidia son Chile y Uruguay. Chile tiene, indistintamente que sea un gobierno de izquierda, un presidente con enorme carácter. “No hay duda de que estamos frente a una dictadura que falsea elecciones, reprime al que piensa distinto y es indiferente ante el exilio más grande del mundo, solo comparable con el de Siria producto de una guerra (…) Chile no reconoce este falso triunfo autoproclamado de Maduro y compañía”, escribió Boric. Y llamó a conformar una “izquierda continental profundamente democrática y que respete los derechos humanos sin importar el color de quien los vulnere”. Por otro lado, el Senado chileno solicitó la captura de Nicolás Maduro por crímenes de “lesa humanidad”.
Boric llamó a conformar una “izquierda continental profundamente democrática que respete los derechos humanos sin importar el color de quien los vulnere”
Uruguay es otro país con enorme carácter. Según informes de prensa, su embajador de Uruguay ante la OEA, Washington Abdala, pronunció un enérgico discurso ante el Consejo Permanente, donde calificó al régimen de Nicolás Maduro como una “dictadura oprobiosa” y exigió la publicación inmediata de los resultados detallados de las elecciones presidenciales del 28 de julio. “Abdala fue tajante al exigir a la dictadura chavista que respete la voluntad popular y afirmó que el verdadero ganador de estos comicios fue el abanderado de la Plataforma Unitaria Democrática, Edmundo González Urrutia. “Señor, respete el resultado que es evidente, empírico, fáctico y ganó Edmundo González Urrutia. ¿Qué es lo que usted no entiende, señor Maduro?”, exclamó Abdala en su intervención.”
Contrasta esta actitud con la pusilanimidad de nuestro gobierno. Un reciente editorial de Portafolio, señala: “…Esta postura de la administración Petro ha venido siendo justificada bajo el mensaje de posicionar a Colombia con un actor clave para brindar “salidas” a la crisis que incluirían, como lo afirmó el propio presidente de la República, Gustavo Petro, la convocatoria de nuevas elecciones o el montaje de una versión venezolana del Frente Nacional colombiano. No obstante, el tiempo ha venido desgastando ese ejercicio de equilibrio del gobierno Petro… Ayer se llevaron a cabo manifestaciones de los opositores en Venezuela y al finalizar varios líderes fueron perseguidos. La situación del fraude electoral en el vecino país se agudiza y se vuelve cada vez más insostenible. Está llegando el momento en el que la postura de Colombia se está convirtiendo ya no en parte de la salida democrática, sino del problema.”
¡Qué envidia tener a dos países como Chile y Uruguay con carácter, y no con las blandengues babosadas de nuestro gobierno!
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