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En Brasil, el magistrado Alexandre de Moraes de la Corte Suprema de Justicia, ordenó suspender el funcionamiento de X por no tener representantes en el país. Es una medida que ya se cumple. Ni el estado ni la ciudadanía tenían con quien dialogar para frenar los abusos o para tramitar las quejas y ni siquiera para cobrar las multas que se ha ganado X. De Moraes, además, congeló las cuentas de las empresas de Musk en Brasil.
En Francia, las autoridades detuvieron al presidente y fundador de Telegram, Pavel Durov, por su inacción frente al uso de su aplicación para vender pornografía infantil, tráfico de drogas y el abuso de menores, entre otros delitos. A pesar de las solicitudes, el olímpico millonario se desentendió del problema. Ahora debe responder tras las rejas de su domicilio, mientras sus aliados Musk, Putin y Trump, protestan por el riesgo que significa para ellos perder la capacidad de manipular a través de las aplicaciones y las redes sociales a los ciudadanos.
En Venezuela, Maduro también se dio a la tarea de suspender X por el rol que estaba jugando esta aplicación estimulando las protestas y el descontento contra el régimen. Sea cierto o falso el triunfo de Maduro, Musk no es el árbitro, ni es el iluminado designado para defender a la ciudadanía venezolano frente a Maduro. El abuso del uso de las aplicaciones y las redes es el mismo problema en una sociedad autoritaria que en una más democrática.
Los tres casos confluyen en el mismo problema que es la necesidad de reglamentar y controlar el uso de las aplicaciones en las redes sociales. Las redes deben ser una herramienta de desarrollo humano en vez de ser una herramienta para polarizar, desinformar, manipular, cometer delitos o elegir rufianes. La ausencia de controles facilita la difusión de desinformación y multiplica las operaciones criminales.
El ciudadano carece de herramientas para diferenciar entre lo cierto y lo falso. Está es una tarea que requiere recursos, tiempo, preparación y método de equipos que son costosos. Era la tarea que desempeñaban los medios de comunicación tradicionales, lograr que el ciudadano recibiera información depurada, verificada, acertada. Musk desmanteló estos equipos que funcionaban en Twitter, despidió a todo el personal y restableció cuentas cuestionadas por el peligro que generan.
La razón para que se haya demorado tanto establecer reglas y controles, es que Musk, Duvor y otros ultra millonarios gastan fortunas para impedir que congresos y gobiernos cumplan la responsabilidad de proteger a los ciudadanos las redes y los emisores. Además del lobby, gastan fortunas en campañas electorales. Cuando los gobiernos de todas formas los señalan, se refugian en el secreto de los algoritmos y se niegan a entregar las claves que permitan sancionar a los desinformadores cerrando sus cuentas, o ubicar a los delincuentes que venden porno, drogas y seres humanos.
Es equivocado creer que reglamentar y controlar equivale a censurar
Algunos creen que los excesos son el costo de contar con redes y ejercer libertades como la de expresión. Es equivocado creer que reglamentar y controlar equivale a censurar. La mayoría de las actividades están reguladas. El consumo de alcohol y tabaco, la velocidad en las vías, los impuestos que se deben pagar, los protocolos médicos, las empresas de aviación, la producción de alimentos, el uso de pesticidas y plásticos, el dinero que se puede invertir en campañas electorales… reglamentar y controlar permite hacer buen uso de los descubrimientos y desarrollos.
Por supuesto se limita la libertad de irradiar estupideces, insultos y mentiras; se limita la libertad de los grupos de interés especial para manipular o inducir comportamientos humanos; se limita el crecimiento de la delincuencia que aprovecha esa “libertad” para crecer sus negocios. También se limita la libertad de los ultra millonarios que creen haberse ganado el derecho de imponer sus deseos e ideas al resto de la humanidad.
Musk está desenfrenado impulsando a Trump, permitiendo que circulen por su red los ataques más vulgares y las mentiras más protuberantes contra Kamala Harris afectando la libertad ciudadana de escoger candidato. El libertinaje y el delirio que lo domina, lo lleva a intentar manipular a la ciudadanía para que ganen las elecciones en cualquier país del mundo los candidatos de la extrema derecha. Esta función se la atribuyó gracias a la falta de control del uso de las redes.
El estado es el árbitro para regular y controlar las actividades sociales para que no amenacen ni afecten libertades y derechos ciudadanos. Brasil y Francia dan los primeros pasos importantes para frenar a los millonarios que creen estar por encima de la humanidad, sin que nadie los haya elegido para decidir qué es libertad y cómo se ejerce.
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